Miquel Roca i Junyent (Burdeos, Francia; 1940) diputado por Minoría Catalana en el la Legislatura Constituyente, fue miembro de la ponencia encargada de redactar el proyecto de la Constitución, siendo considerado uno de los ‘siete padres’ del texto constitucional. Además, ha sido diputado por Barcelona, portavoz y presidente del grupo catalán hasta 1995.
En su condición de uno de los tres ponentes constitucionales vivos, el testimonio de Roca tiene un enorme valor para apreciar lo que supuso la implantación de la Constitución. Por eso, en el 40º aniversario de ésta, Roca nos ha concedido una interesante entrevista en la que hemos repasado su trayectoria y sus pensamientos sobre la democracia española.
La democracia se gana en un día a veces, pero se construye cada día durante muchos años.
El interés por la política
Creo que casi desde el nacimiento. Nacer en el exilio o circunstancias de una guerra es algo que marca. Mi familia fue siempre muy partidaria de un compromiso político. Lo vivió, lo defendió a través de mi padre, mis abuelos… gente muy comprometida en la vida política. Y yo, como un desarrollo natural de mi persona, me encontré siempre en la primera línea de la acción política.
La campaña electoral de 1977
Era más emocionante el contacto con la gente, los mítines, el entusiasmo… que propiamente la conciencia de que ibas a ser diputado, porque no sabías lo que era suponía serlo. Te lo imaginabas, pero tampoco pensabas en ello, lo que pensabas era en saludar, en hablar, en convencer, en acercarte, en dar satisfacción a muchos deseos y a muchas ilusiones que en aquel momento se vivían.
Era una vivencia muy constante, muy pegada a la realidad. Es decir, en aquella época con mucho menos soporte mediático pues hacías, en un sábado o un domingo, ocho, nueve o diez mítines. Yo siempre recuerdo que, a pesar de los papeles que uno lleva para improvisar un mitin, lo único de lo que se percata es de decir, “estoy en esta población”, porque podías confundirte. Aunque anécdotas había muchas. Todas muy humanas, gente que se acercaba, gente que te deseaba lo mejor y decían “poneos de acuerdo, alcanzad acuerdos”. Era un deseo de estar muy pegados los unos a los otros para construir conjuntamente lo que iba a ser el futuro del país.
La legislatura constituyente
Construir un Estado no se lo deseo a nadie, pero es muy emocionante. Deseo que nadie nuevamente tenga que construir un Estado, sino que lo puedan mejorar. Pero para construir se empieza con unas Cortes Constituyentes que hacen una Constitución y un análisis de amnistía. Además, participamos en los Pactos de la Moncloa, que organizaron lo que debían ser las leyes fundamentales en el orden jurisdiccional y en todos los aspectos.
Es construir un Estado. Esto es difícilmente superable como objetivo, pero es una emoción y una responsabilidad que, con sinceridad, la guardo con mucho cariño. Pero no deseo que nadie la tenga que volver a repetir porque supuso construir por encima de las cenizas de los restos de algo que sabía que había destruido la convivencia. Me refiero a la dictadura. Por tanto, construir así es ilusionante, pero deseo que no tenga que volverse a repetir.
Ponencia constitucional
La legislatura no se convocó como Constituyente, la convertimos nosotros en Constituyente. Los propios diputados se reúnen y la UCD inteligentemente se percata de que no puede parar esto, que lo primero que hay que hacer es constituir una Comisión Constitucional que designe una ponencia. Teníamos que elaborar una Constitución, no podíamos transitar sin una base democrática que marcase lo que debía de ser la nueva convivencia y libertad.
Por tanto, se constituye una Comisión que tiene que designar una ponencia. Esta ponencia, como es lógico, comporta una selección y entonces hubo sus más, sus menos, en los que tenían que decidir cómo componer esta ponencia. Hubo un momento en el que se pensaba que era una ponencia de nueve y al final se quedó en siete y de repente, te encuentras siendo ponente ¿Por qué? Porque formabas parte de una comisión en la que por mi condición de abogado tenía un cierto sentido que en la Comisión Constitucional estuvieran más juristas.
De repente el día que constituyes la ponencia te encuentras allí diciendo “bueno, vamos a escribir una Constitución para el futuro del país. Y es un momento emocionante, impresionante, que hemos vivido con más percepción de lo que representó con el tiempo. A medida que pasa el tiempo, vas viendo que aquello era una cosa muy relevante que, en cambio, tu habías asumido con una cierta naturalidad. Y es que podías decir: “Pues me es igual trabajar en esto que trabajar en aquello otro, porque estamos aquí para ser parlamentarios”.
La redacción de la Constitución
La técnica que utilizamos resultó bien, ya que era decir “vamos avanzando, construyamos un índice de lo que hemos de hacer y vayamos progresando en la redacción de artículos”. Si en unos artículos nos ponemos de acuerdo, ya está. Si hay en artículos en los que no hay acuerdo, los dejábamos por el momento y decíamos “se aparca” y los volvíamos a ver más tarde.
Por lo tanto, fuimos haciendo lecturas y completando el esquema; rellenándolo a medida que nos íbamos poniendo de acuerdo. Esto dio lugar, al final, a un proyecto que es el que se traslada al conjunto de toda la Cámara, a todos los diputados, para que puedan presentar enmiendas.
Se implementaron muchísimas enmiendas afortunadamente, porque esto quería decir la vida parlamentaria y el interés parlamentario. Esto fue una segunda etapa, incluso mucho más gratificante porque ya no nos sentíamos solos. Ya no era un proyecto, sino que venían muchos diputados a través de sus enmiendas, quienes nos sugerían cosas que a veces podíamos aceptar o cosas que a veces no podíamos hacer, pero que siempre ponían en cuestión nuestro propio trabajo, lo cual es algo muy fundamental.
Por lo tanto, son dos etapas realmente muy distintas, una en la que estabas muy solo y en otra en la que estabas muy acompañado a través de las enmiendas de los diputados.
El consenso
La ponencia recoge el consenso social. A nosotros nos ha gustado siempre decir que fuimos meros escribanos de una voluntad popular. La gente nos pedía cosas por la calle, en reuniones, etc. Yo tengo una anécdota que va un poco en esta línea de un señor que me dijo “perdone que le moleste, pero simplemente vengo a decir que esto esta vez tiene que salir bien”.
Había una voluntad de consenso en la sociedad, esta quería salir de la dictadura con una amplia base de mayoría social y política y con unas bases de convivencia para que la gente se sintiera cómoda, sabiendo que había una renuncia por aquí y una visión distinta por allá, pero que había una base de comodidad conjunta. Yo creo que este consenso fue previo a la ponencia constitucional, presionó sobre ella y se visualizó y se simbolizó con el resultado del referéndum, porque un resultado donde casi el 90% de la ciudadanía vaya a apoyar esta Constitución quiere decir mucho de la voluntad de consenso que dominaba en aquel momento.
Su papel como ponente
Yo lo del acuerdo lo tenía muy metido dentro y posiblemente mi función era la de acercar posiciones, buscar consenso. Había bandos más definidos y por tanto yo estaba ahí pudiendo hacer de puente y buscando matices en una redacción que permitiera que unos y otros estuvieran de acuerdo. Era un papel en el que me sentía cómodo, es decir, buscaba aquello que estaba redactado por unos de una manera y otros de otra. La utilización de términos, el punto y coma, el punto y aparte, acercar posiciones a través de la redacción… creo que era el papel que me correspondía y es el que realicé.
La Constitución: su valor
Yo siempre digo que la Constitución es mucho más música que letra. Lo que queda de la partitura constitucional es el deseo de no olvidar la historia para no volverla a repetir. No se trata de decir que la historia no existe, porque existe, pero para no volverla a repetir sino para marcar en todo caso un escenario de convivencia, de respecto, de tolerancia… y esto es muy difícil.
La democracia se gana en un día a veces, pero se construye cada día durante muchos años, porque la tolerancia es distinta. La tolerancia de hace unos años radicaba en otros aspectos. Hoy tenemos mucho más, aspectos nuevos que requieren de nuestra tolerancia, de nuestros respetos y de nuestra comprensión. La democracia y la libertad son ejercicios diarios y, por tanto, una Constitución se llena de sentido en la medida que sea interpretada diariamente en su capacidad de sintonizar con una realidad cambiante. La sociedad evoluciona y la música debe adaptarse a esta evolución de la sociedad, y la letra lo permite. Y esta no debe de ser nunca un encorsetamiento del hecho musical. La música de la Constitución tiene que ser capaz de adaptarse a los cambios de la sociedad.
La Constitución: su reforma
No soy nadie para decir si es necesario o no. Nosotros hicimos lo que hicimos en aquel momento y a ello nos debemos. Por tanto, lo hicimos. Yo lo que digo es que una reforma de la Constitución, que es posible, solo requiere de una cosa, que es que antes se pongan de acuerdo. No vamos a sentarnos diciendo “oiga, vamos a reformar”.
Alguna cosa se querrá hacer de esto, de aquello, de lo de más allá, y que exista un nivel de consenso. Yo creo que perderíamos en el viaje si aquel consenso amplio quedase reducido a una cosa muy pequeñita. Lo que se hizo por un consenso amplio debe poderse reformar o modificar por un consenso similar.
Pero, en fin, no soy nadie, ni los ponentes tenemos ningún derecho de propiedad sobre la Constitución. Perdone, la Constitución a nosotros nos obliga más que a nadie porque la propusimos y nos dijeron que sí. Claro, ahora no voy a cambiar. Tienen que ser los ciudadanos los que digan que quieren votar. Nosotros estamos comprometidos con aquello que en un momento determinado propusimos a la ciudadanía. Así que estamos muy comprometidos y nos obliga mucho, mucho.
El Estado de las Autonomías
Lo que es evidente es que salíamos de un Estado totalitario y centralista y con una larga historia anterior. E incluso del dilema español de aceptar su propia realidad plural. España tiene una riqueza de identidades muy fuerte, muy potente, además de muy sólida con sus historias, con sus características culturales, sociales, económicas… Y teníamos que dar respuesta a esto, teníamos que dar respuesta.
Por tanto, el estado autonómico refleja, diríamos, el asunto de este compromiso, con un nivel de reconocimiento y de autogobierno muy importante. No hablo de si en la actualidad para unos esto es suficiente o no es suficiente, pero en aquel momento fue una transformación espectacular porque superó mucho lo que había sido la experiencia de la etapa republicana, desde un punto de vista, tanto de generalización como de profundización del proyecto. Lo superó muy y mucho.
Y constituimos un Estado, para entendernos, que, desde un punto de vista de centralización del poder, no tenía comparación posible con lo que en nuestro ambiente y en nuestro entorno occidental pudiera darse. Yo siempre digo que tuvimos en cuenta un modelo como el de la República Federal alemana. Y este modelo en Alemania, que nadie se lo tome a mal, pero sobre todo lo hicieron los tanques americanos. Era una señal de desconfianza con lo que podía hacer una Alemania unida y fuerte. Aquí no lo hicimos por esto, sino que lo hicimos precisamente como respuesta a un deseo de identificación y de reconocimiento de estas identidades, y lo hicimos nosotros solos. No hubo ninguna presión internacional en esta línea predominante, sino que lo hicimos nosotros solos.
Yo creo que esto fue una aportación cualitativa importante. Otra cosa es que unos puedan parecer ahora en su aplicación, en su desarrollo. Esto es otro tema, pero en aquel momento el cambio fue significativo. Creo que algo tiene que ver con ello que, en Cataluña, por ejemplo, la participación y la votación incluso fue superior a la media española; porque el 91,5% dijeron que sí.
Las lenguas cooficiales
Es uno de los reconocimientos, para entendernos, que la propia Constitución realiza de su realidad plural. Mire usted, aquí hay unas lenguas, unas lenguas que son oficiales, tienen el mismo tratamiento que la lengua oficial, diríamos, del Estado. Es una lengua oficial más, en un ámbito concreto. Es un reconocimiento muy distinto del que había figurado, por ejemplo, en la Constitución republicana, muy distinto. Por lo tanto, fue un paso importante en un momento en el que, políticamente, se percibía la necesidad de ser sensible a este tipo de reconocimientos, porque esto permitía una mayor aceptación de lo que representaba el cambio.
La Constitución hizo, al reconocer el catalán y las otras lenguas como propias y oficiales, un gesto que tenía una carga simbólica muy importante. El autogobierno no es únicamente un reconocimiento de identidad cultural, es otras cosas también, pero obviamente tiene mucho peso en lo que representa la identidad cultural y de lengua. Que por primera vez en la historia de España en la Constitución haya reconocimiento tiene un valor, al menos por mí, muy importante.
Los principales cambios en estas décadas
Una muy fundamental: hoy mucha gente critica la Constitución y pide su reforma. No saben cuánto me alegro de que aquella Constitución permita eso. Nosotros no teníamos eso, y, por tanto, el cambio es que la propia Constitución ampare la crítica, ampare la libertad de propuesta, señalando los mecanismos para la reforma y para que la sociedad encuentre respuesta a sus deseos de cambio.
Hicimos una Constitución que daba respuesta al totalitarismo, a la negación de la libertad. Y gracias al esfuerzo de toda la sociedad en un momento determinado, abrimos unas puertas hacia la libertad. ¿Cómo debe ejercerse esta libertad? No me corresponde a mí decirlo. Pero lo que sí es cierto es que estoy satisfecho de que, en todo caso, el camino esté marcado y abierto; porque esto es un activo importante para nuestro país.